La erupción del volcán Cumbre Vieja ensombreció la viticultura de La Palma y la dejó ante un futuro complejo e incierto. Pero lo que el volcán no sabía es que nuestros viticultores y viticultoras tenían los pies en la tierra, en su tierra.
Y es que tener los pies en la tierra es trabajar con cuidado, mimo, esmero, consientes de que todos los grandes logros requieren su tiempo. Es convertir la viticultura en arqueología y desenterrar los viñedos parra a parra.